El cuerpo humano es muy vulnerable a los efectos de los metales pesados. Sin embargo, disponer de información y conocimientos nos permite adoptar un papel activo, tanto para reducir la exposición a estos elementos tóxicos, como para restablecer la salud en los casos en que no ha sido posible evitar el contacto con ellos.
- Seguir una dieta sana.
- Beber siempre agua mineral embotellada, preferiblemente en cristal o filtrada (ya sean filtros domésticos, o fuentes de agua en el trabajo). Si se usa filtro del agua, cambiarlo regularmente, siguiendo las recomendaciones del fabricante para cada zona.
- En caso de beber agua del grifo, dejar correr el agua un par de minutos por la mañana antes de beberla, y nunca beber agua del grifo caliente.
- Cocinar con materiales seguros que impidan la transferencia de metales pesados a los alimentos.
- Cepillarse los dientes y usar hilo dental regularmente.
- Evitar comprar frutas y verduras expuestas al tráfico de la calle. Si es inevitable, comprar sólo aquello que se pueda pelar. Lavar las frutas y verduras, preferentemente en un recipiente de agua con unas cucharaditas de vinagre. Éste acidifica el agua y ayuda a eliminar toxinas.
- Quitar las hojas externas de vegetales como la col y la lechuga.
- Seleccionar frutas y verduras ecológicas, siempre que sea posible, y escoger las de temporada.
- Evitar la comida empaquetada en aluminio.
- Evitar el café instantáneo o de cápsulas.
- Evitar el uso de antitranspirantes que contengan aluminio.
- Evitar el tabaco y los lugares cargados de humo.
- Evitar el uso de productos farmacéuticos para la acidez estomacal (la mayoría contienen aluminio).
- Evitar hacer ejercicio o caminar por calles con mucho tráfico, o cuando hay activado protocolo de contaminación.